El té

En las provincias del Sur, el té se prepara en momentos particulares y se acompaña de ritos específicos. Pese a que el té no es un objetivo en sí mismo, resulta casi imposible que una reunión o una velada tengan lugar sin servir el té  “attay”, y sin debatir las noticias y   cuestiones de la vida pública en torno a un azafate de té.

En este sentido, vemos que los saharauis mantienen todavía vivas las viejas tradiciones y rituales de preparación del té. Entre estas tradiciones, tenemos lo que los saharauis denominan “ŷimát attay attalata” (las tres ŷ del té). Se trata de “al-ŷamaâ” (la comunidad), ya es preferible tomar el té  en grupo, y cuanto más grande es el grupo, mucho mejor; “al-ŷar”, es decir alargar el tiempo de preparación del té, cosa que brinda al grupo la oportunidad de abordar detenida y pacienzudamente varias cuestiones y; “al-ŷmar”, que implica preparar el té encima del fuego de carbón.

Dado que el té es prioritario y constituye la principal bebida que se debe servir al invitado, el hombre saharaui procura abastecerse desde siempre de esta indispensable materia que, antiguamente,  solía traer de los países más remotos. Y puede verse en la obligación de pagar grandes cantidades de dinero por comprar el té,  hasta tal extremo que, a raíz de una subasta, un kilo de té o de azúcar fueron trocados por un camello o camella o por varias reses de ganado.

A la persona designada entre los miembros del grupo para preparar el té se le llama “al-qiam” y debe cumplir ciertos requisitos,  como ser elocuente, dominar la poesía, tener   buena  educación y   buen aspecto exterior y  pertenecer a una familia de alta alcurnia. Obviamente, el hecho de designar a un miembro del grupo para preparar el té constituye un honor para el mismo, y no una obligación. 

Los saharauis encuentran un placer especial en la contemplación del  “al-qiam” mientras les prepara el té y no dudan en hacerle  observaciones y comentarios sobre las faltas que pueda cometer, como el no saber manipular los utensilios de té, o el ofrecer vasos de té sin haberlos dejado  hervir suficientemente, o el no cuidar la limpieza del azafate de té, o que exagere en sus movimientos, meneos y palabras.

Entre los beneficios sanitarios que aporta el té encontramos  su facultad para facilitar la digestión, y así, vemos que los saharauis procuran  tomarlo en abundancia, particularmente después de una copiosa y grasienta comida de carne.

Por lo general, el té no es considerado en el Sahara como una simple bebida convencional, sino que constituye una prueba de la generosidad saharaui, y una muestra de cordialidad y hospitalidad puesto que para los saharauis agasajar al invitado implica ofrecerle más  té que comida.

Los saharauis llaman a “al-qiam” conocido por su dominio de la preparación del té  “fulán attay”;   y entre los rituales  que tienen en la tertulia de té, suelen  tirar sus vasos vaciados en dirección del “al-qiam”, como muestra de reconocimiento y gratitud por la exquisitez del té, particularmente si el grupo está formado por jóvenes.

Para los saharuis, cuando el té es bastante exquisito se dice que “had attay ygklaâ adouaj”, es decir que quita el dolor de cabeza, particularmente el que se prepara por la tarde, el llamado entre los saharuis “dahmis”, hasta tal extremo que resulta casi imposible que un saharaui prescinda de tomar un vaso de “attay dahmis”,  salvo en casos excepcionales.

Y si da el caso de que, después de una larga sesión de té, llegan tarde unos invitados, los saharauis dicen “nâalou attay”, es decir ¿volvemos a preparar el té? Y, obviamente,  están siempre dispuestos a preparar más té y a compartirlo con los demorados invitados por consideración y respeto a los mismos.
 


    
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